Ataques cruzados dejaron al menos 24 muertos y activaron una alerta internacional sin precedentes.

En la última semana, la tensión entre Irán e Israel escaló dramáticamente, marcando uno de los momentos más críticos del enfrentamiento bilateral en los últimos años. La escalada incluye ataques aéreos, misiles balísticos, sabotajes encubiertos y una creciente preocupación internacional por las posibles consecuencias regionales.

El conflicto se profundizó el pasado 13 de junio con el lanzamiento de la operación militar israelí denominada “León Ascendente”, que incluyó bombardeos sobre instalaciones nucleares, bases del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) y sistemas antimisiles en ciudades clave como Teherán, Natanz, Isfahán y Tabriz.

Como represalia, Irán desplegó una ofensiva de gran magnitud, con decenas de misiles balísticos y enjambres de drones dirigidos a objetivos estratégicos en territorio israelí, especialmente en Tel Aviv, Haifa y el norte del país. Según fuentes oficiales, los ataques dejaron al menos 24 muertos y decenas de heridos. Paralelamente, se reportaron interrupciones masivas en los servicios de energía, transporte y telecomunicaciones en Teherán, producto de ciberataques y sabotajes atribuidos a Israel y sus aliados occidentales.

La comunidad internacional reaccionó con rapidez. Estados Unidos, principal aliado de Israel, reforzó su presencia militar en la región con el envío de buques de guerra, cazas de combate y aviones cisterna. Por su parte, Rusia y China instaron a ambas naciones a cesar las hostilidades y evitar una escalada mayor que podría desestabilizar aún más Oriente Medio.